domingo, 1 de noviembre de 2009

CRÍTICA APARECIDA EN "EL PLACER DE LA LECTURA" (2-11-09)


CRÍTICA APARECIDA EN "EL PLACER DE LA LECTURA" (2-11-09)


http://www.elplacerdelalectura.com/2009/11/el-golfo-de-los-poetas-fernando-clemot.html

Fernando Clemot consigue embriagarnos por completo con su libro El golfo de los poetas. Siempre queremos más, unas palabras, unas páginas. Cuesta soltarlo. Es como el trago ardiente que espera su protagonista, aquel que le hará sentirse mejor. La espera para retomar su lectura se convierte en una angustia vital. Consigue que su personaje Leo Carver nos hipnotice y cautive mediante su personalidad de despojo humano. No hay muchos alcohólicos, adictos al sexo y a las drogas en la literatura con su fina mirada y su afilada autocrítica, paradójicamente sobrio en la definición de los detalles, que tristemente olvidará en unos minutos. (más)

El catalán ha escrito un libro maduro, adulto, aspero como el primer empellón a la botella. Exigente consigo mismo vierte en la almazara de su composición un vocabulario denso, oleoso, pocas veces sucio, del cual exprime y extrae un rico lenguaje armónioso, ordenado, fabricado con frases largas pero sostenidas y párrafos plenos de reflexiones entrelazadas. Una estructura clásica que sin embargo soporta una novela moderna, actual, viva y audaz.

Siete días de vacaciones en Italia con Leo Carver, escritor en línea descendente, con su vida al borde del abismo, llevada al límite de la autodestrucción, pero sin atisbo de suicidio. Treinta años antes aquel mismo lugar supuso un amargado hito en su existencia. Val su amante de dos meses aparece con su pelo rizado y su pecho breve y un poco vencido en cada esquina, en cada rayo de sol, en cada curva de otra mujer. Los recuerdos de entonces regados con el alcohol actual queman la mortaja que le supone su cuerpo hinchado y premuerto por los abusos. Rocío su mujer actual molesta más que ayuda, mientras el único consuelo de cincuentón que le queda es la vitalidad de su hija Selma.

Su enfermedad de hipocampo le impide recordar lo reciente, lo diario. No obstante a nosotros nos lo cuenta en alta definición sin enturbiarlo con su estado ebrio. Anna, una jovencita admiradora, Molisse, el administrador de la casa, Walter, un antiguo compañero de los años de Val, junto con Ruben su editor, suponen las etapas alternadas mil veces, los secundarios de la maraña de presente y pasado bañados en coñac y tabaco, en sexo y arena, en realidad y fantasía de una búsqueda incoherente y sin sentido.

Con esto nos bastaría, Clemot habría conseguido un libro superior a la media. Pero su talento abunda aún más y la resolución documental del affaire de hace tres décadas junto con el último escorzo sobre el vacío que redefine todo lo anteriormente leído, elevan el nivel y el interés, para subyugarnos y atarnos al infierno emocional que atormenta al personaje de Leo.

Tensión sostenida y creciente, elegancia de estilo, composición armoniosa y un personaje que debería hacer historia, tienen su comunión en un texto que difícilmente olvidaremos, no apto para cualquiera, amargo, seco, duro, estriado y cortante hasta la hemorragia, pero del que un paladar gourmet literario sabrá extraer y destilar hasta la última gota de una esencia única.

RESEÑA DE LA EDITORIAL

En El golfo de los Poetas discurren en paralelo dos ejes temáticos principales: la memoria y el absurdo existencial. El protagonista y narrador, Leo Carver, es una figura lúcida que se enfrenta al mundo desde una actitud trágica, a través del exceso alcohólico, sexual y social, aun sabiendo que su lucha contra el vacío está condenada al fracaso. Buscando algo que dé sentido a su vida, se embarca en un viaje en busca de la memoria perdida: los indicios para esclarecer la muerte de una joven poeta a la que amó treinta años antes. Incapaz de retener sus recuerdos recientes, se obliga a apuntar todo en un diario para intentar reconstruir los momentos fundamentales de su trayectoria vital a través del contacto con lugares y personajes del pasado. Pero su visión deformada de la realidad se interpone constantemente y engendra una historia distinta, una realidad subjetiva que se impone a la objetiva, creando un escenario paralelo, más real si cabe en la torturada mente de Leo Carver. Un personaje cuya talla moral no está en sus obras ni en sus actos (que más bien resultan amorales) sino en su capacidad de rebelión ante lo absurdo.
Clemot narra con un estilo personal de una coherencia impecable, con hallazgos tan fascinantes como los «conceptos-bisagra» (una idea abre las puertas a otras nuevas) y con un fino manejo de la ironía que alcanza todo su esplendor en la última parte de la novela.

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