sábado, 16 de enero de 2010

RESEÑA SOBRE "EL GOLFO DE LOS POETAS" EN EL BLOG DEL ESCRITOR EDUARDO IRIARTE (15/1/10)


Una preciosa reseña de Eduardo Iriarte en su blog sobre "El golfo de los Poetas"

La primera vez que leí El golfo de los poetas, cuando era solo manuscrito, me sobrevino un intenso sentimiento de envidia. Y no me refiero a la sana envidia del que reconoce un gran libro, sino a una envidia de carácter mezquino, lo que se conoce vulgarmente como «envidia cochina». He de confesar que casi me indignó que alguien hubiera conseguido una primera novela tan sólida, tan bien trabada, tan madura.
Luego fui averiguando que Fernando Clemot había escrito infinidad de relatos breves y ganado por ellos multitud de premios, y, por tanto, era un escritor hecho y derecho. Aunque eso no restara ni un ápice del mérito de la novela, me tranquilizó en cierta manera, y me permitió explicarme su inmensa capacidad para la introspección, su dominio a la hora de abordar de manera simultánea tramas distantes en el tiempo, su impresionante capacidad —su don, cabría decir— para la metáfora explosiva que atrapa al lector de una manera casi física, apelando a sus cinco sentidos a la vez.
No es habitual cruzarse con novelas así, desde luego, y mucho menos con novelas así que aún no se han publicado. Pero menos habitual es toparse con un personaje como Leo Carver, hilo conductor, alma y voz tras todas y cada una de las páginas de El golfo de los poetas. La intensidad, la fuerza que tiene este viejo escritor, sus dotes para explorar el pasado pero también para el autoengaño, para arrostrar la culpa y al mismo tiempo flagelarse, para llegar a lo más hondo del ser humano que es él y que también podría ser cualquiera de nosotros, remiten a nombres que han dejado las páginas de los libros para convertirse en iconos: el Ferdinand Bardamu de Viaje al fin de la noche, Ricardo Reis, el Meursault de Camus.
Leo Carver es uno de esos personajes que dejan poso; que, una vez terminada la novela, se quedan con el lector y le permiten ver el mundo de una manera distinta, y por ello más rica. Y quizá sea Leo Carver, el mayor acierto de El golfo de los poetas, lo que supone su único —ínfimo— inconveniente. Y es que un personaje así no puede desaparecer de la mente del autor, y me atrevería a pronosticar que volverá para rondar a Fernando Clemot en ficciones venideras, tal vez bajo otro nombre y de otra guisa, pero igual en su obsesiva revisitación del pasado y de lo que el recuerdo hace de nosotros y hace con nosotros.
Fernando Clemot. Leo Carver. Dos nombres que sin duda resonarán en nuestros oídos durante mucho tiempo, tanto como alcancemos a recordar aquellos libros que —superada la envidia mezquina— nos marcaron y dejaron huella en nuestra manera de afrontar la realidad, algo que está reservado únicamente a los grandes.

sábado, 9 de enero de 2010

ENTREVISTA SOBRE "EL GOLFO DE LOS POETAS" EN LLEGIR EN CAS D'INCENDI ( Luis Vea, 8/1/10)

Entrevista publicada en la revista digital Llegir en cas d'Incendi (http://www.llegirencasdincendi.com/2010/01/entrevista-con-fernando-clemot.html)


Hablamos con el autor Fernando Clemot, galardonado en 2009 con el premio Setenil por su obra anterior, Estancos de Chiado. Parece que 2009 ha sido un buen año para usted...

A nivel literario posiblemente he ganado en visibilidad en 2009. Seguramente el Setenil, al ser un premio de prestigio y contar en la final con libros y autores muy conocidos, tiene parte de culpa de ello. También la publicación en septiembre (casi solapada con la concesión del Setenil) de El golfo de los Poetas con Barataria ha hecho que haya tenido un buen fin de año en lo literario. Fue una bonita coincidencia.

El golfo de los Poetas es una novela que desasosiega profundamente, una novela que no es fácil de leer debido a que bucea en la frustración, en la autodestrucción de una persona. Debió de removerle por dentro pensar en un personaje como Leo Carver. ¿Cómo nació dicho personaje?

Al principio plateé un escenario básico que eran las vacaciones como fuente inagotable de conflictos entre familias. Posiblemente la aparición de un personaje difícil y con muchas aristas como el de Carver vino a ahondar en esta herida abierta. A esta personalidad conflictiva quería unir la visión de un perdedor, una visión desengañada, creo que fue Fellini el que a la hora de escoger actores para su “Satirycón” contrató a un camarero sin experiencia (Mario Romagnoli) simplemente porque su mirada reflejaba cansancio, una mirada, comentó, a la que ningún exceso o acontecimiento pueda sorprender. Un poco en la búsqueda de Leo quería encontrar lo mismo: hastío, exceso y desengaño, una mirada de reptil, escéptica, que no transmita nada, seca de emociones y de expectativas.La novela toma la forma de diario en el que abundan los monólogos interiores. Básicamente sólo habla Leo Carver.

¿Se planteó en algún momento otra forma de narrar o pensó desde un principio que el diario sería lo más adecuado?

Desde el principio pensé en que el protagonista llevara el peso casi absoluto de la narración. En la novela Leo es dios, una pequeña divinidad perversa y distraída. Él nos enseña lo que quiere y opina lo que le viene en gana, sin restricciones ni tabúes. Desde ese punto de vista unívoco se puede crear también una visión de la novela sectaria, una visión que nos puede llevar a engaños y deparar sorpresas, pero que también nos puede llevar muy hondo, a revolver las entrañas del personaje. Creo que esos dos factores me impulsaron a imponer ese tipo de narración.

Siguiendo con la figura de Leo, ¿quería que nos compadeciéramos de él ya que usted, como narrador, no lo hace?

No creo que la figura de Carver sea muy digna de compasión, también tengo muchas dudas sobre que él quiera o busque ese tipo de enmadramiento. En su caída Carver mantiene el tipo, cierta dignidad en su carrera de excesos. No suplica comprensión entre los que le rodean, en su espiral autodestructiva creo que únicamente desea que lo dejen en paz, que le dejen herirse sin que nadie le corrija o le lea la cartilla.

Hubiera sido interesante leer alguno de los textos de los que el mismo Leo Carver parece renegar. ¿Había algún propósito de homenajear a algún otro famoso Carver?

Llegué a pensar en incluir algún texto de Carver pero creo que no hubiera aportado nada a la narración, incluso podía haber distraído al lector. También pensé que el Carver actual no tenía nada que ver con el novelista triunfador de sus inicios. El protagonista es un perdedor en su sentido más absoluto, un tipo que ha saboreado las mieles del triunfo y ha visto que no sabían a nada. No hay derrota más amarga que saber que la victoria no vale para nada, que está hueca, que es de cartón piedra.
En cuanto al nombre de Carver no guarda relación con Raymond Carver, autor que me gusta pero que tampoco es de mis favoritos. Me gustó el apellido, quería que el personaje no tuviera ningún anclaje geográfico claro y el nombre de Leo Carver se avenía bien a esta premisa.

No sé si ese lado oscuro en el que naufraga Leo Carver tiene algo que ver con todos esos escritores malditos que vivieron en el filo de la navaja: Bukowski, Jack London, etc. El mismo London escribió un libro sobre su alcoholemia. ¿Tomó datos de algún personaje real como modelo?

No me he basado tanto en escritores como en personajes o vivencias que me han rodeado. Todos hemos conocido personas de nuestro entorno que fracasaron o se autodestruyeron con el alcohol, con las drogas o con cualquier quimera estúpida. En cualquier bar o en la calle podríamos encontrar experiencias semejantes a las del personaje central de El golfo de los Poetas. En este caso creo que el personaje es un collage de vidas y experiencias cercanas, un ente creado con retales vividos, sentidos o intuidos, pero siempre próximos, de ninguna forma recreados a partir de mitos o del malditismo literario.

La novela da en la última parte un giro inesperado que en el fondo es muy coherente con el desarrollo de la historia. ¿Pensó otros finales alternativos o siempre tuvo claro este final?

Barajé otro final que también me gustaba y que tenía que ver con el mendigo que vive en el cuartucho de máquinas de la piscina. Es un personaje que está mucho más próximo de lo que podía parecer a Leo, con el que se identifica y hasta, en cierta manera, admira.
¿Comparte algo con Leo Carver, de su visión de la vida o de la literatura?

Quizá una cierta visión agonística de la literatura. Soy de los que no disfruta escribiendo y creo que Leo sólo disfrutó de la literatura en un breve momento. Para mí escribir es remover y no siempre lo que se encuentra es agradable y en eso creo que sí me puedo parecer a él. También encuentro a Leo próximo a mí como un antimodelo posible al que nunca nos querríamos acercar, aunque también me atraiga su forma lúcida y valiente de mirar al abismo. Creo que no es tan difícil estar cerca del abismo como hacerlo de forma consciente. Hemos sido legión los que hemos estado seguramente cerca del filo pero pocos de forma consciente. Jugábamos pero Leo no juega ni experimenta con nada y creo que ese matiz redobla la aspereza del personaje. Sabe a qué está jugando y en este aspecto el personaje es un valiente.

Usted es un autor que antes de lanzarse al mundo editorial se ha ido curtiendo en el mundo literario a través de los concursos. ¿Lo recomienda?
Probablemente los concursos literarios de cuento son uno de los campos más “democráticos” para abordar el mundo editorial. Si habláramos de los concursos de novela sería otro cantar aunque también hay concursos corrompidos en el relato breve. Como toma de experiencia y para calibrar la recepción de lo que escribes ante un lector que no te conoce es una buena prueba. Si funciona la experiencia también es importante saber retirarse a tiempo ya que estos concursos generan una dinámica, una forma de escribir llamémosle “concursera” que en muchos casos puede hacer que no evoluciones.

Hay una pregunta que no me resisto a hacerle: ¿No le parece extraño que una novela tan bien escrita, y que no abunda, como la suya haya tenido que dar tantas vueltas para ser publicada?

No me sorprende casi nada. La literatura hace tiempo que se mueve, en su mayor parte, por criterios estrictamente mercantiles, sólo hay que ver algunos anaqueles de grandes superficies… Es muy difícil publicar si no vienes avalado por una trayectoria de publicaciones anterior o por alguna resonancia mediática. Si no has publicado antes no publicas pero cuesta publicar la primera novela. Es un pez que se muerde la cola, cuesta salir de este círculo vicioso y entrar en la rueda. En muchos casos esta barrera nos priva de leer primeras novelas interesantísimas que se quedan guardadas, muertas de risa. En este aspecto me considero un afortunado al encontrar una editorial que se ha leído la novela sin prevenciones.

Y ahora, ¿en qué está trabajando?

Tengo una novela acabada y una tercera en ciernes. Quería acabar una trilogía que indagara sobre la memoria y sus límites, sobre el extraño mecanismo de recepción de recuerdos, en muchos casos se diría que aleatorio. Es un tema que me interesa y por ahora me tiene muy entretenido.