martes, 1 de diciembre de 2009

CRÍTICA DE JORDI COROMINAS SOBRE "EL GOLFO DE LOS POETAS" APARECIDA EN LA REVISTA CULTURALIA (30 /11/09)




Blues toscano: El golfo de los poetas de Fernando Clemot
por Jordi Corominas i Julián



Hay algo meritorio si un narrador se fija en la influencia que el espacio puede generar sobre sus personajes. Ser humano implica oler y prenderse de las auras que rezuman los lugares. En el caso de Leo Carver, escritor de éxito sumido en una destructiva vorágine, volver al golfo de los poetas es una última oportunidad de encontrarse y cerrar agrias cuentas con sus años mozos. La vida le ha sonreído y el exceso ha sido su fiel compañero de viaje. Sin embargo, entre el vicio múltiple y las noches en blanco emerge un hombre lúcido que en plena edad madura revisita su existencia, balcón al que se asoma desde una casa toscana en la que transcurre sus vacaciones junto a su hija Selma, su segunda mujer, una amiga de la misma y un infinito surtido de licores, dulce y borrosa compañía de angustia y reflexión.
Fernando Clemot(Barcelona, 1970) ha creado una novela centrada en dos ejes de delirio y búsqueda. El primero articula todo el estilo narrativo y desde el empecinado alcoholismo del protagonista surca líneas en las que la confusión del pensamiento se expresa en redundancias amorosas y un deslizarse por marasmos conocidos a los que se vuelve por inercia y un cierto deseo de inmortalidad. Carver está en decadencia pero aun así conserva su halo carismático, lo que le permite tener una solvencia para con los demás que alarga su agonía entre devaneos amorosos, juergas demenciales parecidas a una ejecución cronometrada y un proceder que se sabe patético y sobrevive sólo porque el cuerpo resiste con plena independencia respecto a su dueño, obcecado en acceder a clavijas de su primera edad adulta, factor clave de su quete en pos de alcanzar verdades y saber si la muerte de su gran amor fue un accidente o un fatal error de sexo, drogas y rock and roll. Para descubrirlo y superar un dolor muy profundo quedará con el marginado de su pandilla de la universidad, un jurista con el que comparte abandono y pérdida bajo el signo de trágicas circunstancias ante las que el hombre común poco o nada puede hacer.
Las directrices son claras aunque insuficientes para entender la complejidad del entramado. Si asistiéramos al simple derrumbe de un individuo el libro carecería de mordiente, convirtiéndose en una de tantas historias de inexorable decrepitud y ocaso. Lo vivido por el escritor en su particular vía crucis, resaltado por la división episódica de la novela, tiene una sustancia simbólica que navega por pasado, presente y futuro a través de satélites, los otros personajes, que le permiten deshilvanar o agravar sus conclusiones, como sucede con Anna, estudiante de vacaciones que le recuerda que aun es conocido y apetecible por su talento, bala perdida en su cargador que sacrifica para educar y no perjudicar a sabiendas que irse con él es perder dinero en las carreras y si alguien tiene que arruinarse no son los demás, su competición de deriva es personal e intransferible y quizá por eso a algún lector le puede chocar esa perfecta integridad, la fina capacidad de análisis del descenso al infierno de la soledad y una botella, fiel amante con la que fundirse en una desmemoria insalvable que ni siquiera salvan los apuntes que Carver toma para agarrarse a una inútil tabla de salvación escrita, novela experimental dentro de una obra de corte clásico que pese a ello sabe mantener la tensión e incrementar paulatinamente la intensidad para dar a su sinfonía de la desesperación notas brillantes a tener muy en cuenta.

Fernando Clemot, El golfo de los poetas, Barataria, Barcelona, pp. 286
ISBN 9-788495-764904

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