lunes, 19 de julio de 2010

ÉXITO Y RIESGO DEL CUENTO ESPAÑOL: ARTÍCULO SOBRE "SIGLO XXI" APARECIDO EN EL NORTE DE CASTILLA

CULTURA

Éxito y riesgo en el nuevo cuento español

17.07.10 - 00:30 -
De los géneros literarios podríamos decir algo parecido a lo que Leonardo afirmaba de la pintura: son «una cosa mental». Constructos teóricos, abstracciones, figuraciones ideales, su plano de existencia es meramente virtual Existen sólo como impulso y como pauta, y, al mismo tiempo, actúan como matriz de reconocimiento lector. Están, por lo tanto, fuera de la obra, más allá de ella -por encima o por debajo, antes, después...- y no coinciden nunca exactamente con el texto concreto que por principio los desborda y los excede. No se trata de negar de plano, cómo quería Croce, su existencia, pero sí de situarlos en el lugar que les corresponde. Cada obra concreta los refrenda y los confirma, y al mismo tiempo, aunque resulte paradójico, los niega y los refuta en un permanente afán de diferencia y de originalidad, en un perpetuo deslizamiento que encarna la voluntad individual de escritura. Por eso son realidades en precario, que aspiran a inmovilizar los textos en un esquema, hurtándoles su condición temporal, que es su entraña, y privándoles de su naturaleza fluida, de su condición fugitiva y mudable. Y sirven, claro está, para lo que sirven, que no es poco: para hablar de lo múltiple sin que nuestro discurso se enrede en la infinita maraña de lo concreto y quede atrapado en la duplicación de lo existente.
Por eso al reflexionar sobre la actualidad de un género determinado, en este caso el cuento literario, debemos ser conscientes de que nos enfrentamos a una multiplicidad de discursos heterogéneos difícilmente abarcable. Por eso conviene andar con tiento a la hora de proponer diagnósticos y generalizaciones. No cabe duda de que el cuento español goza de buena salud y basta repasar la producción editorial de la última década para comprobar que son muchos los autores pertenecientes a las promociones más jóvenes que se han volcado con entusiasmo en el cultivo de una fórmula capaz de expresar de manera eficaz las inquietudes y las preocupaciones del momento, dibujando el mapa de una nueva sensibilidad.
Apoyándose en gran medida en una red de pequeñas editoriales independientes -que, conscientes de su marginalidad en un panorama editorial controlado por los grandes conglomerados mediáticos, han apostado por convertir el hecho diferencial en signo de identidad-, han ido apareciendo un buen número de libros de relatos que conforman un riquísimo testimonio del presente. De hecho, este fenómeno editorial y cultural, que se inicia a finales de los años 90, ha adquirido tales dimensiones que comienza a ser ya objeto de los primeros balances críticos. Hace unos meses, la bitácora virtual de Sergi Bellver esbozaba un panorama de urgencia del cuento español en el siglo XXI, en el que, entre otras cosas, se incluía un listado con más de doscientos libros de relatos publicados en España (y en castellano) desde el 1 de enero de 2010. La relación exhaustiva de publicaciones -completada, además, por los visitantes de la bitácora hasta las casi 250 fichas- iba además acompañada de una primera valoración de conjunto y de la selección de los veinticinco libros más destacados de la década, elegidos a partir de lo comentarios realizados por un grupo de 50 lectores informados. Los autores elegidos son casi todos conocidos y, en su mayoría, pertenecen a las nuevas promociones que inician su andadura con el fin de siglo. Allí encontramos, entre otros, los nombres de Eloy Tizón, Jon Bilbao, Ángel Zapata, Hipólito G. Navarro, Ricardo Menéndez Salmón, Mercedes Cebrián, Félix J. Palma, Ismael Grasa, Víctor García Antón, Óscar Esquivias. Patricia Esteban o Carlos Castán . . . Todos ellos entrarían, por méritos propios, en esa extensa lista que forman los Fernando Valls ha denominado «nuevos nombres del cuento español». Y este hecho innegable supone un verdadero gozo para el lector, que puede elegir entre un buen número de excelentes narradores técnicamente irreprochables.
No obstante, cabe preguntarse también, actuando ahora como abogado del diablo, hasta qué punto esta expansión representa una profunda y novedosa revolución narrativa. Porque, a pesar de las afirmaciones programáticas y de alguna propuesta puntual ('Nuevas maneras de contar un cuento', por ejemplo, era el título de una interesante antología preparada por José Ángel Gayol para la editorial Llibros del Pexe en el 2005) la gran mayoría de los relatos actuales opta por fórmulas más o menos conocidas y son pocos los autores que han logrado abrir nuevas vías de experimentación formal.
Y el peligro reside precisamente en el acomodamiento y en la rutina formularia. Sin rechazar el valor testimonial del nuevo cuento español, y reconociendo con verdadero orgullo su gran madurez, es preciso advertir que el éxito del género podría acabar por convertirse, paradójicamente, en un riesgo añadido, pues no conviene olvidar que ha sido precisamente la condición marginal y minoritaria del cuento la que le ha permitido funcionar como un lugar privilegiado de exploración narrativa. Lugar que quizá dejaría de ocupar en cuanto alcanzase la condición de literatura de consumo masivo.
No conviene tampoco, sin embargo, pecar de pesimista, y por el momento basta con dejarse arrastrar por el entusiasmo y el buen hacer de los jóvenes cuentistas, entregándose con placer a la lectura. Ya habrá tiempo si acaso, mucho más adelante, de echar la vista atrás y aquilatar las verdaderas dimensiones de un acontecimiento que en la inmediatez del presente se nos ofrece como verdaderamente singular.

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